“EL PODER DE UNA PALABRA”
Desde siempre, en las diferentes culturas del planeta, se le ha dado a la palabra hablada una connotación de poder en donde lo que se dice se arriesga a ser un hecho; se reconoce que la palabra hablada tiene “poder”, entendiendo poder desde lo místico y lo sublime. Este reconocimiento se puede confirmar en diferentes textos antiguos sagrados y laicos.
El paso de los años y el uso y abuso de la palabra, ha hecho que olvidemos esa característica que en tiempos pasados se le dio a la palabra hablada y en ocasiones digamos cosas que aparentemente carecen de sentido, pero que viéndolo con detenimiento puede causarnos grandes daños.
Una de las muestras tangibles del cambio de sentido que le hemos dado a la palabra hablada es el hecho de que hace algunas décadas, un negocio o un compromiso se cerraba y sellaba hasta la muerte con solo hablarlo, existía una forma de asegurar algo con la frase “le doy mi palabra”, esto era igual y hasta mas serio que un contrato o un acta de esas que se escriben, se firman y se confirman con huella digital hoy día.
Una palabra amable y cariñosa, puede calmar la ira de una persona y generar tranquilidad, confianza, animo y muchos otros sentimientos agradables; pero una palabra brusca, malintencionada y ofensiva puede generar sentimientos negativos y de tales problemas, algunas veces de difícil solución.
En el caso de las familias, se cree que estar de “mal genio” o simplemente tener la costumbre de insultar o maldecir a los demás miembros del hogar es algo sin importancia que como no deja moretones ni señales aparentes no tiene ningún efecto; sin embargo, no hay palabra vacía y lo que digamos a nuestros seres queridos siempre trae consecuencias que si no son inmediatas, a largo plazo se verán.
Tengamos cuidado con lo que decimos, pues como dice un proverbio “tres cosas hay en la vida que no vuelven atrás, el minuto pasado, la flecha disparada y la palabra dicha”.
Por: Dra. Martha Sofía Arroyo Galván
Desde siempre, en las diferentes culturas del planeta, se le ha dado a la palabra hablada una connotación de poder en donde lo que se dice se arriesga a ser un hecho; se reconoce que la palabra hablada tiene “poder”, entendiendo poder desde lo místico y lo sublime. Este reconocimiento se puede confirmar en diferentes textos antiguos sagrados y laicos.
El paso de los años y el uso y abuso de la palabra, ha hecho que olvidemos esa característica que en tiempos pasados se le dio a la palabra hablada y en ocasiones digamos cosas que aparentemente carecen de sentido, pero que viéndolo con detenimiento puede causarnos grandes daños.
Una de las muestras tangibles del cambio de sentido que le hemos dado a la palabra hablada es el hecho de que hace algunas décadas, un negocio o un compromiso se cerraba y sellaba hasta la muerte con solo hablarlo, existía una forma de asegurar algo con la frase “le doy mi palabra”, esto era igual y hasta mas serio que un contrato o un acta de esas que se escriben, se firman y se confirman con huella digital hoy día.
Una palabra amable y cariñosa, puede calmar la ira de una persona y generar tranquilidad, confianza, animo y muchos otros sentimientos agradables; pero una palabra brusca, malintencionada y ofensiva puede generar sentimientos negativos y de tales problemas, algunas veces de difícil solución.
En el caso de las familias, se cree que estar de “mal genio” o simplemente tener la costumbre de insultar o maldecir a los demás miembros del hogar es algo sin importancia que como no deja moretones ni señales aparentes no tiene ningún efecto; sin embargo, no hay palabra vacía y lo que digamos a nuestros seres queridos siempre trae consecuencias que si no son inmediatas, a largo plazo se verán.
Tengamos cuidado con lo que decimos, pues como dice un proverbio “tres cosas hay en la vida que no vuelven atrás, el minuto pasado, la flecha disparada y la palabra dicha”.
Por: Dra. Martha Sofía Arroyo Galván
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