Una tarde de 1929 se prende fuego la administración, en pocos minutos el edificio arde a los cuatro vientos. Columnas de humo envueltas en llamas se alimentaban con gran decisión de la cantidad de zinc y elementos químicos arrumados en el almacén.
Los bomberos voluntarios no deseaban apagar el fuego. El edificio ardió durante tres horas y quedó en cenizas, cajones recién traídos del Socorro llenos de plata se redujeron a cenizas y masa fundida. Los elementos de la Capilla fueron rescatados gracias a la rápida acción del acólito José Carreño, quién se aventuró en las enormes llamas y sacó hostias, cálices, vinajeras, etc. Acabado el incendio, se observan caras largas, algunos rostros sonrientes y mujeres histéricas. Unos decían que la causa fue una vela encendida caída en el fogón, otros que la quema fue provocada para borrar huellas de manejos deshonestos, y los demás decían que era un fósforo arrojado al combustible del motor de la luz. En fin nadie se preocupó por averiguar lo sucedido.
Poco tiempo después, la Administración se levantó de nuevo en el mismo sitio donde habían quedado solas cenizas. Hoy en día está convertida y llena de fantasmas, leyendas y malos recuerdos de aquella época.
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